En País Posible nos interesa la historia como ciencia: estudio del discurrir de la humanidad desde sus mismos albores; y como método, en cuanto que para llegar a la verdad de lo acontecido durante el dilatado pasado es necesario recurrir a la investigación rigurosa e integral.
Así, la historiografía hace parte de los fines de la fundación, con los alcances que para la palabra señala la siguiente acepción del Diccionario de la Real Academia Española: “Estudio bibliográfico y crítico de los escritos sobre historia y sus fuentes, y de los autores que han tratado de estas materias”.
País Posible rechaza la historia relatada a medias; la historia acomodada; la historia sin fuentes; el rumor como fuente de historia; la historia apasionada y la historia por contrato.
Al aproximar desde País Posible algunos hechos de la historia nacional y extranjera se procederá a efectuar las rectificaciones que fueren del caso, a hacer justicia reconociéndole a cada quien lo que le corresponda, a registrar fielmente, y a tener como único norte la verdad amparada en fuentes incontrovertibles.
Bien lo señala Pedro Voltes Bou (1926 2009), historiador, periodista, abogado y escritor español, catedrático en historia de la Universidad de Barcelona y miembro de la Reales Academias de la Historia y de la Ciencias Económicas, en el prólogo a su libro Grandes Mentiras de la Historia, (Editorial Espasa Calpe, S. A., 3ª edición, 1996): “Oscar Wilde reaccionó contra el título -padre de la historia- que la tradición clásica otorgaba a Heródoto, y le calificó más bien de -padre de las mentiras-, porque las insertaba en sus obras a punta de pala”.
A propósito de la anterior afirmación, pone de presente Voltes un relato de Heródoto que termina calificando de “mentira de la quinta especie” para aludir con ello a las clases de mentiras que enumera en uno de sus escritos Agustín de Hipona (354-430): “la primera, la peor de todas, es mentir en materia de religión; la segunda es la que perjudica a alguien sin beneficio de nadie; la tercera la que causa daño a una y provecho a otro; la cuarta, la que obedece al mero deseo de engañar, que es la mentira propiamente dicha; la quinta ya ha sido explicada [caso Heródoto: para complacer a los demás]; la sexta es la que no hace daño a nadie y beneficia a alguien; la séptima es lo mismo pero mintiendo ante un juez, cosa que no ha de hacerse, y la octava, la que no hace daño a nadie y protege a alguien de algún mero desdoro personal”. Concluye el renombrado historiador: “Ya se va viendo, pues, que son varias las puertas por donde entra la mentira en el palacio de la historia para perseguir finalidades diversas”.
En el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, Vol. 35, núm. 48, de 1998, se publica un ensayo del historiador colombiano Eduardo Posada Carbó a propósito de un documental transmitido por la televisión británica en el que aparece una entrevista que le hace el periodista barranquillero Julio Roca a Gabriel García Márquez sobre su novela Cien años de soledad y la “matanza de las bananeras”. Se recuerda que el trágico episodio tuvo lugar a raíz de la huelga de los trabajadores de la United Fruit Company en 1928. A este propósito afirma el premio Nobel que si en efecto él recoge en su libro la cifra de 3000 muertos como resultado de aquél paro, solo 3, 5 ó 17 personas habrían perdido la vida. Llama la atención García Márquez sobre el hecho que desde entonces su cifra de muertos, y no la real, se toma como cierta. Tanto como para que su ensayo lo haya titulado Posada Carbó La novela como historia. Cien años de soledad y las bananeras. Afirma Posada en algún aparte de su escrito: “No sería una exageración decir que Cien años de soledad contiene hoy por hoy la ‘versión oficial’ de los eventos de la zona bananera en la década de 1920”.
Valga extraer del referido ensayo la cita que se hace de lo afirmado por nuestro Nobel de literatura en el documental aludido para recalcar la importancia de rescatar la verdad de los hechos históricos; meta que se ha trazado la Fundación País Posible.
“Las bananeras –dijo García Márquez en dicho programa-, es tal vez el recuerdo más antiguo que tengo… Fue una leyenda, llegó a ser tan legendario que cuando yo escribí Cien años de soledad pedí que me hiciera investigaciones de cómo fue todo y con el verdadero número de muertos, porque se hablaba de una masacre, de una masacre apocalíptica. No quedó claro nada pero el número de muertos debió ser bastante reducido… Lo que pasa es que 3 ó 4 muertos en las circunstancias de ese país, en ese momento debió ser realmente una gran catástrofe y para mí fue un gran problema porque cuando me encontré que no era una matanza espectacular en un libo donde todo era tan descomunal como en 100 años de soledad, donde quería llenar un ferrocarril completo de muertos, no podía ajustarme a la realidad histórica… decir que todo ello sucedió para 3 ó 7 muertos, o 17 muertos… no alcanza a llenar… ni un vagón. Entonces decidí que fueran 3000 muertos, porque era más o menos lo que entraba dentro de las proporciones del libro que estaba escribiendo. Es decir, que ya la leyenda llegó a quedar ya establecida como historia”.